Érase un escritor

Érase un escritor, en una tarde de invierno, en las Islas de las Hespérides, donde cantaban los pájaros y las hojas se movían con la música que las aves componían en el aire, también soplaba el viento, Aliseo dijo que se llamaba, él Captó al momento el sentido, y le contestó: las palabras son mi instrumento. Los duendes del bosque tocaban la flauta.

Continuó caminando y en silencio, contempló el paisaje que le inspiraba a dejar plasmadas sus visiones en un papel. Los troncos lo miraban, y le decían: del alma de un hermano, se produce tu prosa, y del producto de la muerte, haces que la celulosa cobre vida, nuevamente.

Él, se quedó pensando en estos párrafos, que no fueron pronunciados, pero sí emitidos en otro lenguaje diferente.

Nuevamente tomó el papel y escribió en ese preciso momento: Es importante que se tome en cuenta estas enseñanzas de la naturaleza, pues el aprendizaje de las mismas, es de vital importancia para nuestro devenir como especie, y que los artistas de la palabra transmitan un mensaje positivo, para las futuras generaciones.

Así fue como una tarde, que parecía que iba a hacer monótona y rutinaria, se convirtió en un momento único e irrepetible, en la historia de la literatura canaria, porque compuso esta obra que tú, en el presente, lees con atención.

Y se preguntó…¿Qué pasará en un futuro? Algunas cosas se pueden intuir, otras no, el paso de los días dictará la historia, pero es necesario que en este momento, vivas el ahora, alma, mente y cuerpo conectados en un mismo ser. Es lo que él quería que leyeses.

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